"Juicio por jurados y las nuevas generaciones. Homenaje al Dr. Gustavo A. Letner” |
Jóvenes autores junto a Andrés Harfuch |
Alberto Binder |
Las
lecciones de pasado y los jurados
A Gustavo Letner, in memoriam
"No hay forma de escribir estas palabras sin pesar. Ciertamente todos dejaremos esta vida en algún momento y entraremos en otra forma de existencia. Sean cuales fueren nuestras esperanzas sobre ella, la memoria que dejamos forma parte del entretejido de la vida que tuvimos y de la que continúa. Gustavo supo encontrar un tema que le permitió entretejer sus conocimientos, sus anhelos y sus convicciones con otros, y este libro es una muestra de ello.
En cualquier obra colectiva sobre el juicio por jurados ocurre lo mismo, ya que encontraremos en ella muchos hilos de pensamientos y voluntades anteriores, que siguen nutriendo esta gran corriente que empuja a nuestro país hacia la calidad institucional que desde hace tanto tiempo se ha soñado y decidido.
El primer acto simbólico nos lo han enseñado en la escuela primaria, aunque quizás sin la profundidad del significado: nuestro proceso de Independencia nace con el repudio a la Inquisición, como arquetipo del absolutismo español, que fundaba y desesperaba a las colonias. La quema de los instrumentos de tortura, que identificaban a esa forma nefasta de proceder, es uno de los actos fundacionales de nuestra vida republicana. Efectivamente, el 13 de mayo de 1813 la Asamblea Constituyente dirá:
"La Asamblea general ordena la prohibición del detestable uso de los tormentos, adoptados por una tirana legislación para el esclarecimiento de la verdad e investigación de los crímenes; en cuya virtud serán inutilizados en la plaza mayor por mano del verdugo, antes del feliz día 25 de mayo, los instrumentos destinados a este efecto".
Muy pronto cumpliremos doscientos años de esa proclama y recién hace un par de años que nuestra Corte Suprema ratificó que el sistema de enjuiciamiento penal, previsto y proclamado por nuestra Constitución Nacional, es el acusatorio, oral, público, adversarial y, en el caso de los crímenes, se debería tratar por un tribunal de jurados.
Algún desprevenido podrá decir que transcurrió tanto tiempo porque el acto simbólico del año XIII pasó pronto al olvido, pero eso no es cierto.
No debemos entender que eran solo unos ilustrados que se reunían en un salón a votar normas, ya que cada uno de ellos fue el resultado, fructuoso o infructuoso, de una energía política inmensa. Todos los intentos constitucionales ratificaron y proclamaron la necesidad de establecer el juicio por jurados, como uno de los modos centrales para dejar atrás la legislación colonial. Y no solo los textos constitucionales, sino los planes específicos de creación del Estado.
En efecto, a partir de la nueva etapa que comienza en 1820, la preocupación concreta era darles forma a las instituciones judiciales que, pese a todas las proclamas, continuaban en un “estado casi tenebroso, inquisitorial y arbitrario”, del cual nos sacaría el juicio por jurados.
El punto más alto y concreto de esa preocupación lo constituye Guret Bellemare cuando escribe, en 1829, el “Plan General de organización judicial para Buenos Aires” (del que existe, gracias a la preocupación de Ricardo Levenne, una versión facsímil editada en 1949), en el que se diseñan instituciones modernas que recién comenzaron a tomar encarnadura, más de cien años después.
Ya entonces, el 27 de noviembre de 1829, bajo esta bandera, el Diario Universal difundía el artículo de Bellemare: “Sin el Jury no hay ni habrá salud pública”. Ese espíritu no era solo “rivadaviano”, sino que el propio Bellemare se preocupó de transcribir la opinión de Dorrego:
"Yo quiero instituciones, Mr. Bellemare, e instituciones republicanas, que pongan a los ciudadanos y al gobierno al abrigo de las desgracias, y de todas las revoluciones […] Háganos el gusto de reunir sus materiales, y de tomarse el trabajo de darnos un modelo del Juri que se aproxime al de los del Norte América, que conozco".
Manuel Dorrego |
Sin embargo, todavía nada se pudo concretar. Llegamos a 1853 y nuestra Constitución Nacional se puso insistente en el mandato de instaurar los jurados, pero era evidente que se necesitaban leyes para ponerlo en práctica. Los encargados de poner en marcha la nueva administración de justicia se preocuparon por ello, en particular Sarmiento y Avellaneda y, aprovechando la estancia en nuestro país de un notorio jurista colombiano, Florentino González, le pidieron que tomara todos sus trabajos y su experiencia para diseñar un modo concreto de jurados.
González presenta su proyecto de Código de Procedimientos Penales y Ley de jurados –junto con Victorino de la Plaza– en el año 1873, aunque tampoco pudo concretarse. Ya el régimen de la generación del ochenta cambió la estrategia de construcción del Estado y, a partir de ella, sin que se pueda decir que se abandona el proyecto juradista, ingresó en una lógica en zigzag, que llevó incluso a que el Poder Ejecutivo presentara al mismo tiempo un proyecto a favor (el del Presidente de la Corte, Domínguez) y otro en contra.
Esta pérdida de energía desembocó en la aprobación apresurada del Código inquisitorial de Obarrio, que tanto desesperó a Tomás Jofré, y que sumió a nuestro país en un atraso que todavía reverbera en las prácticas arraigadas de nuestros tribunales.
Sin embargo, ese horrendo triunfo conservador de finales del siglo XIX comenzó a ser derrotado a partir del siglo XXI, y todavía nos encontramos en vías de su derrota definitiva.
¿Qué podemos aprender de esta pequeña y esforzada historia?
Principalmente, que no podemos perder las oportunidades. Ninguno de sus protagonistas hubiera dudado un instante en poner en vigencia los jurados bajo cualquier circunstancia, aun las más adversas, si hubieran anticipado el triunfo del pensamiento inquisitorial y sus efectos hasta la actualidad, que nutren la dificultad de respetar las reglas básicas de funcionamiento institucional, tan propias de todo el espíritu de la legalidad colonial.
Pérdida de oportunidades que todavía algunos aceptan y repiten, ya sea por debates menores, por temores infundados o por la falta de audacia que muchas veces acompaña al propio pensamiento republicano. Rápidos para la degradación institucional, nos obnubila una prudencia insensata a la hora de provocar la mejora de las instituciones.
Me pareció oportuno dejar una breve constancia de este esfuerzo histórico, para realzar el compromiso que tuvo Letner con el movimiento juradista, tan antiguo como nuevo y que nos hermana en un ideal que perdurará en el futuro. Tantos trabajos de jóvenes investigadores, como los que conforman este libro, son el mejor tributo que se le puede hacer, y ellos hablan por sí mismos.
La vida perdura de muchas maneras y este pequeño tapiz de ideas y sueños que se entrelazan alrededor de un ideal tan firme, tan luchado y tan actual, nos debe provocar a todos nosotros y a Gustavo una sonrisa de satisfacción."
Presentación en la Feria del Libro |
El 3 de mayo en la Sala Alfonsina Storni de la Feria del Libro fue presentado el libro con la presencia de Andrés Harfuch (vicepresidente de la AAJJ y miembro de la Junta Directiva del INECIP), Santiago Otamendi (Ministro del Superior Tribunal de Justicia de CABA), Luciana Piñeyro (titular de la Unidad de Implementación de Justicia por Jurados Consejo de la Magistratura de la CABA) y Julia Sleiman (Directora de la Editorial Jusbaires).
Luciana Piñeyro, Santiago Otamendi y Andrés Harfuch |
Sala Alfonsina Storni |
Momentos de mucha emoción se vivieron al recordar a Gustavo |