Finalizó el tercer juicio por jurados de la historia de la provincia de Mendoza.
Las tres jornadas del debate se desarrollaron con normalidad. El juez Ezequiel Crivelli condujo el debate con profesionalismo. Sin embargo, el caso revistaba aristas complejas que explotaron en la sala de deliberación. Más que un caso penal, se trataba de un caso moral.
El fiscal Fernando Guzzo acusaba a una mujer de 49 años, visiblemente enferma de un cáncer de mama en grado 5, de haber matado de un cuchillazo a su marido. La mujer afirmaba que se defendió de un intento de paliza y violación y logró probar que había sufrido violencia de género por 35 años.
El fiscal Fernando Guzzo acusaba a una mujer de 49 años, visiblemente enferma de un cáncer de mama en grado 5, de haber matado de un cuchillazo a su marido. La mujer afirmaba que se defendió de un intento de paliza y violación y logró probar que había sufrido violencia de género por 35 años.
Tras casi seis horas de deliberación, la tensión aumentaba en la sala de audiencias y podía percibirse fácilmente en las miradas del público y de los abogados.
Claudia Jaquelina Cortez Tarabay fue acusada de matar de una puñalada a su esposo, Carlos Ernesto Pelayes, de 48 años, el 28 de junio de 2018, en la vivienda en la que vivía el matrimonio, en la calle México de Godoy Cruz.
Era sabido que los hechos de violencia del hombre hacia la mujer eran una constante en ese matrimonio.
Según la versión de la mujer, aquel día su marido llegó borracho y drogado a la casa e intentó abusarla sexualmente. Frente a esa agresión se defendió como pudo: tomó un cuchillo que había quedado en la mesa de luz y lo apuñaló.
Enseguida, lavó el cadáver de toda mancha de sangre y eliminó pruebas cruciales, al lavar el piso con lavandina y dejar todo ordenado. Luego llamó al 911. Los policías que trabajaron en el lugar vieron agua en el suelo, pero los familiares relataron que le habían tirado agua al hombre para que reaccionara ya que, creían, había sufrido un paro cardíaco.
En un principio, los investigadores pensaron que había fallecido de muerte natural. Hasta que, días después, el forense advirtió una pequeña cuchillada debajo de la clavícula. Había muerto asesinado. Cortez fue inmediatamente arrestada.
Enseguida, lavó el cadáver de toda mancha de sangre y eliminó pruebas cruciales, al lavar el piso con lavandina y dejar todo ordenado. Luego llamó al 911. Los policías que trabajaron en el lugar vieron agua en el suelo, pero los familiares relataron que le habían tirado agua al hombre para que reaccionara ya que, creían, había sufrido un paro cardíaco.
En un principio, los investigadores pensaron que había fallecido de muerte natural. Hasta que, días después, el forense advirtió una pequeña cuchillada debajo de la clavícula. Había muerto asesinado. Cortez fue inmediatamente arrestada.
El juicio
La mujer llegó al juicio con arresto domiciliario por su grave estado de salud y acusada del delito de homicidio agravado por el vínculo. Delito que contempla una pena de prisión perpetua y que provocó el juicio por jurados.
La suerte de una acusada en gravísimo estado de salud, víctima de violencia de género a manos de un marido lleno de condenas y que pasó varios años en prisión, pero que claramente había alterado la escena del crimen, le dieron al caso un dramatismo adicional. ¿Qué irían a hacer los jurados?
Los hijos relataron el calvario que vivió Cortez durante décadas, sin denunciar a su marido para que no volviera a prisión.
La fiscalía, en una audaz maniobra, abandonó en el alegato final el pedido de perpetua y acusó por circunstancias extraordinarias de atenuación.
La fiscalía, en una audaz maniobra, abandonó en el alegato final el pedido de perpetua y acusó por circunstancias extraordinarias de atenuación.
"Era víctima de violencia de género y estuvo 30 años sometida, pero no la justifico. No buscamos la perpetua para la señora Cortez, pero tiene que pagar por lo que hizo", indicó Guzzo en su alegato.
Y agregó: "Se hartó del maltrato. Fue la gota que colmó el vaso. Pero no justifica el hecho de que mató a su marido. Merece el castigo que la ley prevé. Era víctima de violencia de género, pero siguió siendo parte de esa relación nociva. La situación de Pelayes era tan frágil que podía volver a la cárcel en cualquier momento. Cortez es responsable por no pedir ayuda".
En tanto la defensa, representada por los abogados Carlos Moyano y Agustina Maiddona, solicitó que Cortez fuera absuelta por haber actuado en legítima defensa. Los letrados resaltaron que, la noche del hecho, Pelayes llegó ebrio y drogado e intentó someterla sexualmente.
"Se defendió como pudo", enfatizaron.
Cortez junto a sus abogados Carlos Moyano y Agustina Maiddona |
"Se defendió como pudo", enfatizaron.
"Cortez era víctima de violencia de género y lo confirmaron todos los peritos. Le decía puta, le decía bigotuda, le decía 'ya te vas a ir a coger a otro'. Siempre con los celos de por medio y palabras denigrantes. Le daba cachetazos, la agrarraba del pelo, le dejaba moretones y luego comenzó a violarla", señaló Maiddona en su alegato.
Y completó: "Ella al principio le ponía excusas cuando llegaba alcoholizado y drogado; a veces se conformaba y otras no y la violaba igual. Esa noche ella sintió que era distinto, que la amenaza era real y se defendió".
"Claudia no quiso matar a su marido. No fue a buscar un cuchillo. Usó un tramontina chico y le dio un único puntazo bajo la clavícula, no 10 puñaladas en el corazón. No ocultó el cuerpo, no ocultó la herida y llamó al 911. Lo que pasó después es irrelevante. Lo importante es lo que pasó antes. Ella pensaba que era un infarto porque no había luz natural en la habitación. La herida era interna, por eso no había sangre", agregó Moyano en su alegato.
Luego de los alegatos, Claudia Cortez hizo uso de la palabra entre lágrimas: "Mis hijos me pidieron que venga acá. Ellos me pidieron que diga la verdad después de tantos años de callar. Sé que lo maté, no lo niego, pero me defendí. No lo quise matar y estoy muy arrepentida por mis hijos. Los golpes existieron, no me dieron el cáncer, pero hubieron un montón de palizas. Vine acá por tantas mujeres que hoy están muertas por no haberse defendido".
Tras escuchar los alegatos, el jurado recibió las indicaciones técnicas del juez Aníbal Crivelli, quien dirigió el un debate muy complejo con mano firme. Tras ello, se retiró a deliberar, para elegir entre tres opciones de veredicto:
- Culpable de homicidio agravado con circunstancias extraordinarias de atenuación.
- Homicidio con exceso en la legítima defensa
- No culpable.
El juez Aníbal Crivelli, de impecable desempeño |
Tras varias casi seis horas de deliberación, sucedió algo que se esperaba. El jurado se dividió fuertemente entre quienes querían absolverla y quienes querían condenarla.
Al parecer, una mayoría consideraba que se había tratado de una legítima defensa. Pero otros consideraban que había que condenarla por una opción menor, ya que no consideraron probada la agresión.
El juez les ofreció, tal como maraca la ley, reabrir algún punto del debate u oír nuevos alegatos o instrucciones, pero el desacuerdo entre los jurados no cedió. Las posturas eran anatgónicas. Por ende, reunió a las partes en audiencia pública y el fiscal Guzzo tomó la palabra.
El fiscal supo que le iría a resultar imposible en otro juicio conseguir una condena. De hecho, él mismo bajó la calificación y reconoció que estaba probada la violencia de género. También pesó que sería visto como un acto de crueldad someter a un nuevo juicio a una mujer gravemente enferma de cáncer que había sido víctima de violencia de género. Por ende, Guzzo actuó pragmáticamente, al igual que lo hacen sus colegas norteamericanos: retiró la acusación y expresó que "debe primar la soberanía del pueblo".
"Este jurado es el fiel reflejo de la sociedad, y su decisión es perfectamente respetable. La decisión del jurado no es que el hecho queda impune por unanimidad, ni que la acusada sea culpable por unanimidad. Cualquiera sea el resultado estaremos de acuerdo y lo respetaremos", dijo Guzzo.
El fiscal Fernando Guzzo, clave en su decisión |
Ante el retiro de la acusación, el juez Crivelli absolvió inmediatamente a la acusada y la dejó en libertad. La acusada rompió en llanto. La decisión del jurado de no condenar y la del fiscal de no insistir con la acusación tuvo fuerte repercusión en los medios nacionales. Con sólo ver los comentarios de los foristas en los principales diarios nacionales, se advierte la misma división que afectó al jurado. La absolución despertó una oleada de simpatía hacia Cortez pero, a la vez, rechazos viscerales a la decisión de liberarla.
Más allá de eso, varios operadores del sistema judicial coincidieron en que se había arribado a un resultado extrañamente justo, quizás el mejor posible ante un caso moral: la fiscalía no fue del todo derrotada y Cortez igualmente quedó en libertad.
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