En Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, un jurado declaró culpable de homicidio agravado por el uso de arma de fuego a un enfermero del Hospital Peña, quien ocasionó la muerte de un joven de clase trabajadora, al errar un tiro dirigido a otro hombre que momentos antes le había robado la mochila.
La fiscal Marcela Dimundo dirigiéndose al jurado |
El veredicto fue unánime, pese a que de acuerdo a la legislación bonaerense es suficiente un voto mayoritario de 10/12 para la adopción de ese tipo de veredicto.
Al acusado, Adrián Ángel Zovac, le habían robado la mochila, por lo que fue en busca de su cuñado, Sergio Espínola, para que lo ayude a recuperar lo que le habían sustraído.
Provistos de armas de fuego, movilizándose en una moto iniciaron la búsqueda, hasta que encontraron al ladrón, quien estaba hablando con un joven de 19 años, llamado Nahuel Maidana.
Rápidamente abrieron fuego, pero los disparos no dieron en el blanco pretendido. En cambio, uno de los disparos impactó en el cuerpo de Maidana, quien nada tenía que ver con el ilícito que diera origen al entuerto. Quisieron matar al ladrón, pero mataron a otra persona.
La víctima fue un joven trabajador y responsable, quien sobreponiéndose a toda adversidad, dado su origen sumamente humilde (provenía de una familia de cartoneros de la zona), había logrado conseguir un trabajo formal.
Tras el hecho, Zovac y su cuñado se dieron a la fuga. Lograron evadir a la Justicia gracias a que tenían recursos económicos suficientes para ello. Recién el 16 de octubre de 2016 Zovac fue habido en Pilar, en la zona norte del conurbano bonaerense. Su cuñado continúa prófugo.
Durante el juicio, la fiscal Marcela Dimundo debió superar algunos desafíos al presentar la prueba, debido a que por el lugar de los hechos, un barrio vulnerable de la zona sur del conurbano bonaerense, casi todos sus testigos eran jóvenes pobres y adictos al "Paco".
La defensa, a cargo de la defensora oficial Flavia Bianchi, presentó un sinnúmero de testigos. Muchos de ellos de concepto, para acreditar que el acusado era una persona "de bien", un profesional de clase medianamente acomodada.
La fiscal Dimundo necesitaba lograr que el jurado diera credibilidad a jóvenes adictos de la villa, por sobre los testigos de clase media de la defensa, nada menos que para condenar a un hombre profesional y de clase acomodada que había sufrido un robo... lo logró gracias a una adecuada preparación del caso y a un óptimo litigio.
El juez fue Darío Bellucci, encargado de conducir el juicio e impartir las instrucciones al jurado sobre el derecho aplicable.
Tras la deliberación, el jurado arribó a un veredicto unánime de culpabilidad por el delito de homicidio con arma de fuego, tal como lo había requerido la Fiscalía.